.....leche humana y el asco
¿Usarías
un abrigo hecho totalmente del pelo del pecho de hombre?
Por Tania Lombrozo Ph.D.
La rama británica de una compañía internacional de productos
lácteos encargó la confección del “abrigo pelo de hombre”, hecho del pelo de
pecho de 300 donadores voluntarios como parte de una campaña de publicidad para
el lanzamiento de una nueva leche de chocolate “varonil”.
La reacción común parece ser la repugnancia o asco.
El primer
comentario en una columna en The Grocer, un blog sobre la industria
alimenticia, en el cual se presenta el abrigo, empieza así:
__“Antes que nada:
¡Qué asco!”. El segundo comentario coincide (“Estoy de acuerdo con Hans — ¡esto
es asqueroso!”).
En BuzzFeed, la leyenda de una foto de una modelo portando el
abrigo dice: “Esta modelo trató de disimular su asco cuando se lo probó…..yo
diría que no tuvo tanto éxito”.
Recuerdo otra novedad Británica del 2011: helado hecho de
leche humana.
Mientras que la costosa confección tuvo cierto éxito, ya que el
primer lote del postre con sabor a vainilla y limón se vendió en unos cuántos
días, el producto también causó cierta revulsión.
Citando un comentario
“poético” en el blog de NPR, “¡yyyyaaaakkkk! eso es extraño aún para mi mente
abierta, ¡guácala!”.
Otra noticia se refería al helado como a un producto que
“revuelve el estómago”.
¿A qué se debe que muchos de nosotros tachamos de repugnante
la idea de ponernos algo hecho de pelo humano o de consumir leche humana? Y
¿ por qué a muchos de nosotros no nos
parece igualmente desconcertante la idea de cubrirnos con pelo que no es humano
e ingerir leche de bovinos?
¿Qué hace que una idea sea repugnante y la otra
rutinaria?
Después de todo, los productos humanos provienen de animales que dan
su consentimiento y que son como nosotros; los otros no.
Yo no sé con certeza las respuestas a estas preguntas, pero
aquí hay dos ideas que podemos considerar.
La primera es la familiaridad. Muchas personas crecen
poniéndose prendas de piel de animales y comiendo productos de animales que no
son humanos.
Aunque nuestra reacción natural ante el contacto con productos
animales es el asco, la cultura en la que crecemos puede ser suficiente para
superarla. Por ejemplo, en muchas aldeas en la Himalaya se bebe la sangre
fresca que emana de la garganta rajada de un yak (un buey de la región) – un
producto animal que no es humano y que probablemente es extraño y,
potencialmente repugnante para la mayoría de los occidentales.
Pero si
hubiéramos crecido usando abrigos de pelo humano para mantenernos calientes
mientras nos deleitábamos con un helado de leche humana acompañado por una taza
de sangre caliente de yak, estas actividades no provocarían en nosotros la
misma reacción instintiva.
La segunda idea, más especulativa, es que típicamente pensamos
en los humanos como individuos. Tienen personalidades. Algunos nos caen bien.
Otros nos caen mal. Si nos enseñan una foto decimos, “estos son Antonio,
Berenice y Charly!”, no “son unas personas”: o “unos animales” o “unos
organismos”. Quizá no te caiga bien Charly. Quizá no te quieras poner su pelo.
O quizá te caiga bien Charlie.
Quizá te preocupe si dio su pelo libremente o si
se lo quitaron a la fuerza. Aun cuando el pelo provenga de donadores anónimos,
no puedes dejar de pensar en ellos como verdaderos hombres vivos con una
variedad habitual de características positivas, de defectos… y de piojos.
Cuando se trata de animales no-humanos, especialmente aquellos
que (¿quiénes?) no son mascotas, tendemos a pensar en ellos en conjunto, como
un grupo de individuos anónimos y equivalentes.
Una vaca es como la otra;
cierta cantidad de res o de cuero.
Mentalmente los estandarizamos y los hacemos
salubres, les quitamos las características que los hacen únicos y pensamos en
ellos sólo como simples componentes de algún producto final – o sea, como
cosas.
Y las cosas que no son biológicas rara vez dan asco, aunque no queramos
comerlas (imagínate, por ejemplo, las partes internas de un robot – no se
apetecen pero no es razón para poner cara de asco).
Desde luego, estas reacciones no describen a todas las personas,
o incluso a algunas personas en todas las situaciones.
La forma en que las
personas conceptualizan a los humanos y a los que no son humanos es maleable
(flexible), y parte de lo fascinante del abrigo hecho del pelo de hombre y del
helado de leche humana es cómo cuestionan nuestras hipótesis sobre lo que es
apropiado y lo que es atractivo.
Después de todo, ¿por qué no debemos portar “pelo” de nuestra
propia especie y comer nuestras propias secreciones? Y si tenemos alguna duda
cuando se trata de los humanos, ¿no deberíamos al menos cuestionar la práctica
de llevar puestas o comernos otras especies?
OIOIOIOIOIOIOIOIO
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Esta columna de Tania
Lombrozo Ph.D. se publicó por primera vez el 1o de Julio del 2013 en
NPR.org ©2013 NPR
Nota para la
fotografía: Este abrigo fue encargado por la compañía Wing-Co. para una campaña
publicitaria.
por Tania Lombrozo
Publicado en: Estrés y Salud Mental
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